Lo único concreto, a casi un año del hecho -se cumplirá el 18 de enero- es que la de Alberto Nisman sigue siendo una “muerte dudosa”. Así está caratulado el expediente. En otras palabras: ni siquiera pudo determinarse si al fiscal que investigaba la causa AMIA lo mataron, si lo obligaron a suicidarse o si se quitó la vida. Doce meses de investigación y ninguna certeza. Hay una bala asesina e infinidad de hipótesis sobrevolando el caso, mientras en el cuerpo social va consolidándose la decepcionante convicción de que la impunidad ganará la partida.
La cancha está tan embarrada que hasta se hace imposible ver la pelota. A esta película la conocimos tras la voladura de la AMIA; no debería sorprender. El modus operandi de los servicios de inteligencia cruza el caso Nisman de punta a punta, por lo que nada es seguro: ni la escena que encontraron los investigadores en el departamento de Puerto Madero, ni la credibilidad de los opinólogos que influyen en el público, ni las operaciones judiciales.
Nisman apareció muerto horas antes de exponer en el Congreso una acusación contra la ex Presidenta (entre otros). Sostenía que la firma del memorándum con Irán -derribado por el nuevo Gobierno a fin de año- era, en realidad, una operación de encubrimiento. La Justicia analizó después esa denuncia y la desechó por inconsistente. Pero Nisman no llegó a abrir la boca.
El camino del caso está salpicado de personajes: el sospechado y fugado ex espía Antonio “Jaime” Stiuso (a quien se sindica como el titiritero de Nisman desde la ex Side), el experto informático Diego Lagomarsino (quien le prestó a Nisman la Bersa calibre 22 de la que salió el balazo letal), la fiscala Viviana Fein, a quien hace pocos días la jueza Fabiana Palmaghini le quitó la investigación, y Sandra Arroyo Salgado, ex exposa de Nisman, querellante en la causa en nombre de sus hijas y, a su vez, jueza. Cada uno, desde los micrófonos, el off o el silencio, movió sus piezas.
Hubo un pasaje de 2015 en el que se propagó el eslogan “Todos somos Nisman”. Hasta se organizó una marcha, el 18 de febrero. Pero las cosas nunca estuvieron claras; más bien se corrió el foco una y otra vez, desde la vida de playboy de Nisman y sus depósitos en el exterior a la decisión de Cristina de convertir a la SIDE en una Agencia Federal de Inteligencia. Muchísimo ruido, tanto como el que hizo el caso aquel 18 de enero. La cuestión es que la muerte del fiscal -al igual que la causa AMIA- navega por un mar de incertidumbre. Desde la borda el país mira, azorado.
Trabajando en el fuero penal sabemos que estamos expuestos, pero investigamos sin que pasen estas cosas. Por eso el caso Nisman nos dejó helados. Una muerte de estas características, con toda la custodia que tenía, es increíble.
Desde que se produjo el hecho se instaló en el imaginario colectivo que Nisman fue asesinado. La sociedad suele actuar así, por más que desconozca los resultados de las pericias y el 99% de la causa. ¿Se quitó la vida, fue un suicidio inducido o lo asesinaron? Por el nivel de los especialistas que actuaron, deja un trago amargo que todavía no se hayan arribado a una conclusión. Pero alguien deberá dar un corte a la discusión. A partir de allí, ese imaginario colectivo deberá aceptar la verdad del caso.
CÓMO LO VIVÍ
Diego López Ávila - Fiscal tucumano
Trabajando en el fuero penal sabemos que estamos expuestos, pero investigamos sin que pasen estas cosas. Por eso el caso Nisman nos dejó helados. Una muerte de estas características, con toda la custodia que tenía, es increíble.
Desde que se produjo el hecho se instaló en el imaginario colectivo que Nisman fue asesinado. La sociedad suele actuar así, por más que desconozca los resultados de las pericias y el 99% de la causa. ¿Se quitó la vida, fue un suicidio inducido o lo asesinaron? Por el nivel de los especialistas que actuaron, deja un trago amargo que todavía no se hayan arribado a una conclusión. Pero alguien deberá dar un corte a la discusión. A partir de allí, ese imaginario colectivo deberá aceptar la verdad del caso.